Las valientes mujeres
salteñas que se animaron a subir el Llullaillaco
El ideario de la campaña fue
“La montaña, una escuela de vida”
“Solo era el sonido de los pasos sobre el glaciar. Solo eran miles de estrellas y un viento mudo iluminando y abrazando un descenso imprevisto pero debido. Solo eran los recuerdos de una tarde y noche tempestuosa de viento y nieve furiosa en el campamento uno (5.400m) y un ocaso poético con la vida en las manos en el campamento dos (6.050m). Solo era el vínculo espiritual inexplicable que provoca esta mágica montaña y un respeto imponente para con ella. Solo eran los sentimientos vividos agolpados en nuestros corazones concentrados y reflexivos, enunciado cada paso rumbo al campamento base; “la montaña nos da lecciones de vida”, así relata Griselda Moreno, creadora del proyecto “Mujer Montaña” que promueve la llegada de las mujeres a las cumbre, sin besar el punto máximo, pero orgullosa del ascenso del ascenso logrado al volcán Llullaillaco, emblemático sitio arqueológico salteño.
En forma conjunta, la Escuela de Montaña de San Antonio de los Cobres dirigida por Jaime Soriano y Matías Rangeón, y el proyecto Mujer Montaña, encaminaron esta primera expedición femenina al sorprendente volcán, con el objetivo de entrelazar a mujeres de la ciudad a mujeres de la ciudad y a mujeres de la puna en un ascenso sagrado. “Queríamos compartir las cosmovisiones y manera de sentir la montaña entre quienes entre quienes decidimos adoptarla y hacer de ella una forma y filosofía y vida, y esas mujeres que nacieron en medio de la puna salteña donde las montañas son su vida. Queríamos trasmitirles (que se capaciten para ser futuras guías locales) nuestro conocimientos de años de experiencia en la actividad caminando diferentes cordilleras”, explica Griselda, eximia fotógrafa y comunicadora social.
Continúa: “Si bien todas quienes formamos parte de esta experiencia tenemos un entrenamiento crónico, un mes antes de la fecha programada, nos fuimos preparando física y mentalmente para semejante objetivo, el Llullaillaco es una montaña exigente. Aumentamos el entrenamiento y comenzamos el plan de aclimatación haciendo ascensiones graduales de media y alta montaña como el volcán Tuzgle (5.540m) y el Nevado de Acay (5.750m). Todo con un excelente rendimiento, estábamos fuertes y seguras.
La expedición estuvo conformada por Mercedes López, María Del Valle Flores, Leticia Salvai, Griselda Moreno y las sanantonianas Mariana Salva y Yanina Acoria. Todas entrenadas, pero la montaña dispone más allá de cualquier propuesta.
“Esta ruta era nueva para mí, pero no para Mariela, quien un año antes había podido hollar su cima por esta vía. Así que entreveía el camino hacia los 6.739 metros de su cumbre…”Sin embargo fue ella quien sufrió un principio de hipoxia cuando estaba en los 6.050 metros. “Mariela respiraba distinto, me decía entre cortos de toma de aire que le costaba respirar. Llamé inmediatamente a Mercedes que estaba en la carpa contigua a 20 metros para que viniera y trajera con ella el botiquín. En ese instante con toda la intuición en la piel también les indiqué a las chicas que empezaran a desarmar el campamento”.
Una cima diferente y un aprendizaje
“Llegamos al campo base a la medianoche, Mariela estaba controlada, la ayuda llegó poco después. Le diagnosticaron un principio de infección respiratoria que se le complicó con la altura. Sobre los 6.000 metros recibimos menos del 50% oxígeno en cada inhalación. El desempeño humano y profesional del intendente de Tolar Grande y todo el equipo de gente que trabaja a su lado fue intachable. Nuestra cima fue diferente; fue aquella que dicta el protocolo de la montaña cuando dice que la verdadera cima está cuando se regresa al campo base o a la casa, pero más valiosa fue aquella que nosotras alcanzamos a nivel de grupo, quizás las cumbres que más te enseñan. Las cumbres que se imprimen en el alma para siempre para siempre”, concluye Griselda Moreno. (El Tribuno, por Laura Álvarez Chamale, domingo 10 de noviembre de 2013)